Nuestro derecho sobre el prójimo

En nuestro andar podríamos optar por seguir nuestro camino e ignorar a quien está a lado, pero eso no es vivir y preferimos el conflicto.

¿Quién habría de aborrecer a un extraño de quien no se conoce nada? Pareciera que con nuestra atención al prójimo otorgamos el derecho sobre nuestra vida.

Así el mamarracho se siente con derechos sobre la doncella sólo porque ésta le prestó atención en un inicio, dándole un fallido beneficio de la duda. La doncella misma siente derechos sobre un príncipe porque ya cruzó con ella algunas palabras. Ahora ésta siente mayor autoridad que antes para poseer su vida en compromiso o, de lo contrario, hacerle la vida difícil, o al menos odiarlo y difamarlo. Y esto último sólo porque aquel decidió seguir su camino sin ella, tal y como lo pudo haber hecho desde un inicio sin haberle prestado una mínima atención.

El criminal mismo siente mayor respeto por el desconocido, de quien no sabe qué esperar, lo cual es peor que lo que puede esperar del vecino malhumorado que todos en la colonia saben que no se deja y es de armas tomar. El sólo hecho de verte en más de una ocasión, de poder inferir cierto patrón de comportamiento en tu rutina, ya es conocerte y cederle ese derecho que los animales más primitivos asumimos sobre el prójimo.

Lo mismo en redes sociales, se siente menor autoridad para cuestionar a quien publica poco.

El odio de los devotos a una religión, por los de otra religión no se da sólo por el nombre, sino después de que se han escuchado algunas divergencias en lo que piensan.

No soportamos dejar ir sin castigar, al menos con el odio, a quien no se ajustó a nuestros caprichos, la mínima actitud revanchista es el deseo de que la pasen mal, cuando no está en nuestro poder hacer más. No nos avergonzamos de nosotros mismos por sentirnos despechados, nos avergonzamos si a caso sólo de que se nos note, y entonces alimentamos el sentimiento procurando que no sea evidente, hasta que el tiempo ayude al olvido y en verdad dejemos ir.

No tengo derecho a odiar, mucho menos a interferir, sólo tengo derecho a ignorar.

Lennarth Anaya

P. D. Es sabio no correr las mismas rutas todos los días, en el mismo horario, pues los perfectos desconocidos que vaguen por ellas comenzarán a vigilarle con mayor confianza.

No hay comentarios: