Comprensible y triste, que los infantes, vulnerables, tengan que inventar amigos imaginarios a falta de figuras adultas dignas que le den seguridad, compañía y guía.
Pero patético que adultos deban inventarse un padre imaginario para justificar todo lo que les pasa y encontrar consuelo para no encarar su realidad.
Lennarth Anaya
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