Quisiera ver a l@s orgullosos optimistas, siendo ell@s las víctimas directas de todo lo que hacemos; sufriendo las desgracias ajenas que tan soportables les parecen; siendo ell@s apaleados por otros optimistas (o pesimistas, no importa), que sólo piensan en sí mismos; a ver cuánto tiempo les duraría ese, aunque con honrosas excepciones, positivismo y paciencia insolentes.
El optimismo es particularmente ofensivo cuando se cultiva un trato fraterno o de respeto con los causantes intencionales del sufrimiento de los vulnerables.
Lennarth Anaya